Anoche no conseguía dormir.
Después del descanso, previo al sueño, mi mente empezó a mover hilos y tramas de la novela que llevo entre manos.
Para noches de insomnio tengo la táctica de cambiar de cama.
En otro tiempo cogía lápiz y papel, pero últimamente no lo hago, porque elijo el descanso físico.
En ocasiones me hago infusión, pero ayer me limité a dar un sorbo de agua al botellín que pongo en la mesita de noche.
En mi forma de abordar narrativas de largo recorrido, dejo que los personajes me arrastren.
Hoy, cuando he decidido levantarme, poco después de las nueve de la mañana, las frases ocupaban mi espacio mental.
Ayer me divertí con un filtro. Eso debió relajarme.
Suena el piano del piso de arriba. Aceptar su presencia hace que no se interponga.
Mi hermano tenía el suyo. Empezó con la guitarra.
Taran taranta
Taran taranta tan
…
El oído es fino. Advierte los errores de tiempo y compás.
No tenía paciencia para un instrumento. Lo mío era, y es bailar.
Cantar a veces.
Dejarme llevar.
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